sábado, 15 de enero de 2011

Cuando Cole conoció a Caitlin...

Me ha apetecido compartir esto... para mí mis personajes modernos han creado un rinconcito que me encanta. Algún día iré a Austin sólo para encontrar el edificio que en mi mente es el de Burke & Bossley...






Lo primero que se notaba al entrar al edificio de Burke & Bossley era una ráfaga de aire fresco proveniente de su impresionante sistema de aire acondicionado. Fuera el sol de Texas castigaba (con justicia o sin ella) a los habitantes de Austin. La capital tejana había crecido muchísimo desde los tiempos de Cole Sloane, cazarrecompensas. Y aún así, tras sabe el cielo cuántos años, Cole se encontraba en el edificio de su cliente, abanicándose con el sombrero y mascando chicle. En otros tiempos, habría llevado en los labios un pitillo o una brizna de hierba. Pero entre la política antitabaco, la gráfica y desagradable información que proporcionaba la televisión y los pesticidas, no le había quedado más remedio que resignarse y encontrar un nuevo vicio. 

Burke & Bossley era una de las compañías más importantes del estado, con departamentos dedicados a todo lo aprovechable de Texas: ganado, cultivos, petróleo y componentes electrónicos... Su sede en Austin era uno de los rascacielos más altos de la ciudad, lo cual tampoco era decir mucho ya que el gobierno local se negaba a parecerse a Nueva York, con miles de gigantes de acero y cristal rozando las nubes. Cole echó un somero vistazo al lobby, captando en instantes a los trabajadores que pasaban por él (todos conocidos) y registrando los rincones conflictivos. Nada. Sus reflejos de cazarrecompensas le habían servido para convertirse en un guardaespaldas más que decente, y el señor Burke había requerido sus servicios tras un atentado contra su vida el año pasado. 

El vestíbulo ya no conservaba trazas de las obras, meditó el cowboy mientras se colocaba el sombrero y le daba un golpecito con el pulgar. Había recomendado al señor Burke que pisase el edificio lo menos posible mientras se encontrase en proceso de reforma, pues los obreros eran mucho más difíciles de identificar. Este era el primer día en que visitaban el edificio, que había incluido una nueva ala para el departamento jurídico. George Burke, gran creyente en el dicho de que el tiempo es dinero, parecía impaciente. La jefa del nuevo departamento estaba haciéndole esperar. Cole se esforzó en recordar su nombre, en vano. Lo suyo eran las caras, nunca olvidaba una, pero los nombres… ay. Su mente para eso era un colador. Así que tendía a poner motes a la gente, normalmente con bastante acierto y buen humor. Con el señor Burke había optado por "jefe", más sencillo y neutro de lo habitual. Con George Burke uno no podía jugársela, y Cole necesitaba su empleo.

Un movimiento detectado por el rabillo del ojo le hizo girar la cabeza para mirar de frente a la persona que se acercaba…

La impresión le hizo tragarse el chicle.

La mujer se acercaba a ellos con paso firme. Sus caderas se contoneaban al compás rítmico de sus tacones, poniendo fin a unas piernas largas y haciendo una deliciosa curva que marcaba su cintura. Cole se fijó en sus manos, delicadas, y dedicó un breve pero intenso momento a su pecho. Voluptuosa, desde luego. Pero no fue su figura lo que le hizo sentirse como si le acabase de golpear un rayo. De eso se encargó su rostro. Una melena color fuego enmarcaba unos pómulos altos y bien definidos, labios carnosos, nariz respingona… y el par de ojos azules más increíble del mundo. Su mujer de ensueño se detuvo delante de él y de repente recordó dónde estaba. Y con quién. 

-Ya era hora, maldita sea, - espetó Burke. 

-Cómo está, señor Burke. Soy Caitlin Fairbanks, abogada del Departamento Jurídico. Nuestra nueva directora no ha podido acudir y se me ha encargado que le enseñe las oficinas y le ayude en cuanto pueda.

La voz de la abogada era suave, su acento refinado. Boston quizá, meditó Cole.

-Venía usted recomendada, Fairbanks y mi socio la contrató sin mi permiso. No crea que su cara bonita le va a servir de nada aquí, mi tiempo es dinero y exijo el debito respeto, - ladró el empresario.

Caitlin murmuró una excusa y dirigió una mirada curiosa a Cole. Este se llevó una mano al sombrero y lo levantó levemente a modo de saludo. Mejor parecer taciturno, pensó, que demostrar que era un idiota.  La abogada enarcó una ceja, burlona, y con un gesto les indicó a ambos que la siguieran. Las explicaciones sobre el departamento jurídico le entraron a Cole por una oreja y le salieron por la otra. Caitlin podría haber estado hablando en chino y él ni se habría dado cuenta. Afortunadamente nadie preguntó su opinión. El señor Burke hizo observaciones, críticas y algún comentario con relativa sorna. Sin embargo, Cole lo conocía lo suficiente como para saber que el trabajo realizado por el departamento era de su agrado y que se encontraba satisfecho con la gestión que habían hecho del espacio y los recursos. 

Caitlin, que no contaba con esa ventaja, parecía dispuesta a tirarlo por el acantilado más cercano. Cole sonrió imaginando la escena. Le gustaba ese chispazo de fuego, de carácter. Se preguntó qué otras cosas conseguirían poner esa mirada intensa en los ojos de su Tigresa. El mote le pegaba, desde luego. Entre el pelo rojizo, el carácter y esos ojos felinos… Cole se humedeció los labios y se recordó a sí mismo que babear en un espacio público era de mal gusto. 

Tras acabar el recorrido por el nuevo departamento, el señor Burke procedió a interrogar al resto de abogados y oficinistas. Cole se apoyó contra la pared y se dedicó a observar divertido como saltaban, casi asustados, ante el tono mordaz y los fríos ojos de su jefe.

-Bueno, ahora desde luego tengo claro por qué le va tan bien a esta compañía, - Caitlin se apoyó a su lado - Ese hombre no tiene escrúpulos, ni piedad. Pero en los negocios y en los juzgados eso te puede llevar muy lejos.

Cole emitió un gruñido de asentimiento. 

-No hablas mucho, ¿no, vaquero? - la abogada enarcó la ceja, mirando el sombrero - ¿A qué te dedicas? 

-Soy su guardaespaldas, - Cole señaló con un movimiento de cabeza a Burke.

-Oh, un tipo duro, - replicó Caitlin con sorna - ¿Burke es tan implacable como dicen? 

-O más, - repuso Cole, con una sonrisa.

-Vaya… - suspiró Caitlin - Qué pena. Si no fuese por esa frialdad sería guapísimo. Lo sigue siendo, claro, pero me apetece más dispararle que invitarle a cenar. 

-No sabría decirte, - atinó a decir Cole.

-No hace falta que digas nada. Nos veremos por aquí, vaquero, - con una sonrisa y un contoneo, Cat desapareció por la puerta que llevaba a su despacho. Cole se quedó observando la puerta unos instantes y suspiró. Sus labios dibujaron lentamente una amplia sonrisa  y sacó un chicle del bolsillo, lo desenvolvió con cuidado y se lo metió en la boca, mascando con ganas.

La vida le acababa de dar un nuevo aliciente a su trabajo.

2 comentarios:

Ziane dijo...

ME ENCANTA !!!!!! no me imaginaba a Cole así pero le pega muchísimo <33 Y ella tan sofisticada y sexy... esta pareja tiene feeling !!! Espero leer más en un futuro <333

Qué intensidad de encuentro *__*

Krysia dijo...

Me alegro de que te gusten! xD

Cole es muy pachón, pero digamos que siempre le he imaginado con un monólogo interno mucho más fluido de lo que realmente es luego una conversación con él. Aún así, el pobre estaba ligeramente en shock, de normal es más hablador y más majete. Caitlin en cambio es talmente así xD.